Las impactantes conclusiones escépticas de Kant se desprenden de supuestos filosóficos que siguen moldeando los debates contemporáneos entre los posmodernistas y sus enemigos. La mayoría de los posmodernistas toman estos supuestos como si fueran sólidos, y muchas veces sus enemigos dudan sobre desafiarlos. Sin embargo, es a los supuestos a los que hay que apuntar para cuestionar las conclusiones postmodernistas . Por lo tanto vale la pena resaltar estos supuestos para referencia futura.

La primera suposición es que el hecho de que el sujeto cognoscente posea una identidad constituye un obstáculo para la cognición. Este supuesto está implícito en muchas formulaciones verbales: los críticos de la objetividad van a insistir en que la mente no es un medio diáfano, ni es un espejo brillante en el cual la realidad se refleja, ni una pizarra pasiva sobre la que escribe la realidad. Esta suposición surge cuando estos hechos son tomados para descalificar la habilidad del sujeto de ser consciente de la realidad. El supuesto es entonces que para que la consciencia de la realidad se produzca, la mente tendría que ser un medio diáfano, un espejo brillante, una pizarra pasiva. En otras palabras, que la mente no tendría que poseer identidad propia; ni tendría que ser nada ella misma, y que la cognición no tendría que involucrar a ningún proceso causal. La identidad de la mente y sus procesos causales son así llamados a ser los enemigos de la cognición.

El supuesto del requerimiento de diafanidad de la mente está implícito en los argumentos sobre la relatividad y causalidad de la percepción que eran parte de la problemática que subyace a la filosofía de Kant.

En el argumento de la relatividad de los sentidos, el supuesto de la diafanidad juega de la siguiente manera. Nos damos cuenta de que una persona dice ver de color rojo un objeto, mientras que otro informa que lo ve gris. Esto nos desconcierta porque dirige nuestra atención hacia el hecho de que nuestros órganos de los sentidos difieren en la forma en que responden a la realidad. Este es un rompecabezas epistemológico, sin embargo, solamente si asumimos que nuestros órganos de los sentidos no deberían tener nada que ver con nuestra conciencia de la realidad -que de alguna forma la conciencia debería ocurrir mediante un estampado puro de la realidad en nuestras mentes transparentes. Es decir, éste un problema sólo si desde un principio asumimos que nuestros sentidos deben operar en forma transparente.

En el caso del argumento sobre la causalidad de la percepción, el supuesto de la diafanidad queda involucrado si nos desconcierta el hecho de que la conciencia requiere que el cerebro se ponga en cierto estado, y que entre ese estado del cerebro de uno y el objeto de la realidad ocurra un proceso causal que involucra a los órganos de los sentidos. Ésto nos desconcierta sólo si hemos asumido previamente que el conocimiento debe ser un fenómeno sin intermediación, que el cerebro de uno debería simplemente adoptar el estado apropiado de algún modo. Es decir, el proceso causal de la percepción es un problema sólo en el supuesto de que nuestros sentidos no deberían tener identidad propia, sino ser en cambio un medio diáfano.

En los argumentos basados en la relatividad y la causalidad de la percepción, la identidad de nuestros órganos sensoriales es tomada como el enemigo de la conciencia de la realidad.

Kant generalizó este punto a todos los órganos de la conciencia. La mente del sujeto no es diáfana. Tiene identidad: tiene estructuras que limitan lo que el sujeto puede hacer consciente, y son activas en términos causales. A partir de ésto, Kant infirió que el sujeto tiene prohibida la conciencia de la realidad. Lo que sea que fuere la identidad de nuestra mente, -en el alegato de Kant, los modos de la sensibilidad y las categorías- esos procesos causales nos bloquean. En el modelo kantiano, las estructuras de nuestras mentes no son vistas como órganos cuyo propósito es registrar o de responder a las estructuras que existen en la realidad, sino como órganos cuyo propósito es imponerse ellas mismas sobre una realidad maleable.

La cuestión a la que habrá que volver es: ¿No hay algo perverso en ésto de convertir a nuestros órganos de conciencia en obstáculos para la conciencia?

El segundo supuesto clave del argumento de Kant es que la abstracción, la universalidad y la necesidad no tienen ninguna base legítima en nuestras experiencias. Este supuesto no era original de Kant, sino que tenía una larga historia en el tradicional problema de los universales y el problema de la inducción. Kant, sin embargo, siguiendo a Hume, declaró a tales problemas en principio irresolubles dentro del enfoque realista /objetivista, y él institucionalizó esa declaración en la historia subsiguiente de la filosofía.

En el caso de los conceptos abstractos y universales, el argumento fue que no hay manera de establecer empíricamente su abstracción y universalidad: Puesto que lo es dado en forma empírica es concreto y particular, la abstracción y la universalidad deben ser añadidas subjetivamente. El argumento paralelo para el caso de proposiciones generales y necesarias es que no hay manera de dar cuenta en forma empírica de su generalidad y necesidad: Puesto que lo que se da empíricamente es particular y contingente, la generalidad y la necesidad deben ser añadidas subjetivamente.

La institucionalización de esta premisa es crucial para el posmodernismo, ya que lo que se ha añadido en forma subjetiva puede ser quitado de manera subjetiva. Los posmodernistas, impactados por la contingencia y la particularidad y con una serie de razones para favorecerlas, aceptaron la premisa de Hume y Kant de que ni la abstracción ni la generalidad, se pueden derivar legítimamente desde lo empírico .-

Kant fue la ruptura decisiva con la Ilustración y el primer paso importante hacia el posmodernismo


por Stephen R.C. Hicks